Las mujeres son las hijas de la luna. Cuenta la voz más antigua que la noche de la creación de la mujer, la luna distraída paseaba por el bosque cuando a lo lejos, alcanzó a ver la mano creadora que descendía, una vez más de los cielos, con una diminuta silueta erguida sobre sus dedos. Presurosa, la luna corrió hasta el lugar donde ella había dejado la nueva creación de su espíritu. Hasta entonces, la luna le había visto depositar en este mundo un sin número de curiosas invenciones: elegantes visiones cuadrúpedas, algunas con bellos pelajes, otras con hermosas cornamentas que crecían hacia el cielo tratando de alcanzarla de nuevo; había llenado el suelo y el agua de increíbles criaturas multiformes y el aire de bellísimas figuras aladas, pero esta nueva creación suya no parecía semejarse a ninguna otra. La luna permaneció inmóvil por un momento contemplando aquella silueta larga que tenía hilos finísimos y largos que colgaban de su cabeza y que le danzaban inquietos tratando de atrapar al viento. Al volverse la criatura para saber quién la miraba, la luna se asustó un poco al sentirse descubierta y disparó sus rayos pálidos sobre ella, ese fue el momento del encuentro. Luna se sorprendió de la visión que tenía frente a ella, era pálida y radiante al mismo tiempo, igual que ella, tenía dos pequeñas lunas redondas en la cara, tímidas y enigmáticas como ella misma lo era… era como ver reflejada su alma en el estanque de agua cristalina, era hermosa como nada, perfecta como todo, o eso parecía, porque al asomarse a su vientre, Luna vio que estaba vacío, completamente vacío. Entonces comprendió que aquella criatura había sido creada para ser la única, al igual que ella lo era. Luna se lamentó , se inclinó y vació sobre la tierra las dos últimas lágrimas que le quedaban y después, con voz de luna le dijo:
– «Extiende tus brazos y cómeme, que yo endureceré tu vientre y haré fuertes a tus brazos y piernas en la medida justa para cargar tus frutos»
La mujer así lo hizo, alargó sus brazos hacia el horizonte y se tragó a la luna. Sintió que algo era diferente, ella misma parecía ahora abarcar dos mundos. Le surgieron cráteres y montañas, le crecieron nubes en los cabellos y aroma de flores le brotaba de los labios. Mujer se paseo orgullosa de su nueva desnudez de luna y al verla todas las demás criaturas, se reclinaron sobre su vientre y la bendijeron. Pasado el tiempo, de las entrañas le nació una pequeñísima criatura igual de hermosa y radiante que ella. La llamó Luna Nueva y al igual que su madre, cautivaba a los demás seres con sus sonrisas de luna.
Así fue como la mujer y la luna se fundieron en una sola, desde entonces, cada 28 días una luna se despierta y nace para cada mujer, algunas veces maduran en ellas y otras, solamente llueven rayos de luna de sus cuerpos.