La pequeña bailarina del cuento

Nació mujer, bueno no nació mujer, nació niña y se hizo mujer a base de mucho esfuerzo. Segunda y última niña del matrimonio. Bailarina y sonriente… soñadora… Poderosa.

Hija de padres cuidadosos y atentos, de madre extra amorosa y consentidora, de padre extra cariñoso, excelente conversador y poeta. Vivió feliz infancia, bailó ballet, le contaron cuentos, fue la princesa de su papi… fue princesa, le contaron cuentos que creyó, pero en el fondo, muy en el fondo, ella se sabía bruja.

Creció un poco, apenas lo suficiente para que la vida le comenzara a inundar el alma y le rellenara de a partes el cuerpo. La miraron mientras ella no sabía que la miraban, sin saber aún que había miradas cargadas de otros sueños, caminaba interpretando ser la princesa que le dijeron debía ser. Le habían contado cuentos de hadas antes, ¿por qué ese, que de repente comenzaron a susurrarle en el oído, no habría de ser verdad? Le tomaría años darse cuenta que eso no era un sueño sino una pesadilla.

«Murió el poeta lejos del hogar»… y entonces sintió, por primera vez en el corazón, esa aguda punzada que vendría una y otra vez después en la vida. Se sintió sola, perdida, incompleta. La sensación duraría muchos, muchos años… demasiados.