Pueblo maya y soya transgénica

Las políticas neoliberales impulsadas desde el modelo capitalista salvaje, llevan décadas depredando todo lo que está a su alcance, con el único objetivo de acumular capital en unas cuantas manos. Aún ahora, cuando muchas de las señales indican que estamos ante una crisis planetaria y que hay muchas voces diciendo que éste modelo es insostenible, no dejan de avanzar tratando de ganar terreno en todos los espacios posibles, pero principalmente en la apropiación de los recursos naturales que quedan y, por ende, en los territorios que los contienen.

Las reformas a las leyes, los recortes presupuestales, la privatización de todo, lo vivo y lo no vivo, la mercantilización de la naturaleza, pero, sobre todo, la guerra sin tregua a través de ese bombardeo constante que intenta, por todos los medios acabar con la cosmovisión de quienes aún convivimos en una estrecha relación, armónica, de respeto y equilibrio con la naturaleza, se han convertido en los medios más eficaces para el despojo.

La orientación de éstas políticas impacta fuertemente en todos los ámbitos de la vida de las personas, la salud, la educación, la economía familiar, pero también en el derecho que todas tenemos a vivir en un medio ambiente sano, a la libre determinación que como pueblos merecemos y al cuidado, uso y manejo de nuestros recursos naturales.

Hoy vivimos la situación de desigualdad más aterradora de todos los tiempos. Hemos llegado al punto en que la proporción en la distribución de la riqueza del mundo es más que insultante. El 1% de la población posee el 50% de la riqueza del mundo.

Ante éste panorama, las luchas por la defensa de los recursos, de los territorios, la lucha por el derecho a la salud y a la vida digna, pero también por la defensa del derecho a ser pueblo, por el derecho a la comunalidad, por el derecho a ser comunidad de una manera diferente a la planteada por el modelo capitalista, han germinado por diversas geografías y no sólo caminan, sino que caminan buscando a las otras luchas.

Desde nuestra geografía, la mirada se ha tornado urgente y los pasos han tenido que irse acelerando ante los riesgos latentes por la ya sabida y comprobada entrada de transgénicos a la Península. Dos circunstancias han sido las principales dinamizadoras y aceleradoras de los procesos; la primera, los estudios que demuestran la presencia de sembradíos de soya transgénica en la región y la segunda, la gran movilización de los estados de Campeche y Yucatán ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pidiendo se resuelva a favor de las comunidades mayas y los apicultores, la demanda de amparo interpuesta contra la aprobación del permiso para siembra de soya en etapa comercial, otorgado por la SAGARPA a la empresa Monsanto.

La estrategia para visibilizar las principales problemáticas en torno a la siembra de transgénicos en la Península de Yucatán ha logrado, poco a poco, tener un impacto importante e ir posicionando en el ámbito de lo público, las problemáticas que más preocupan y en torno a las cuales comienzan a organizarse las comunidades. La deforestación de grandes hectáreas de sus territorios, grandes cantidades de selva alta que no sólo es hábitat para cientos de especies vegetales y animales, sino también de la que depende una de las principales actividades de las comunidades mayas, la apicultura. Las apicultoras mayas nos cuentan que al principio sólo les preocupaban las colmenas y la deforestación, pero que poco a poco han ido viendo más aristas de éste problema, como la gran cantidad de contaminación que viene asociada a la siembra de la soya transgénica por el alto uso de agrotóxicos que requiere éste monocultivo. Y junto con la con la contaminación del aire, el suelo y el agua que les rodea, vienen las enfermedades. El agresivo modelo agrícola del capitalismo no sólo no resuelve los problemas de hambre en el mundo, sino que produce deforestación, venenos para la tierra, el agua y el ser humano… despojo, dependencia, dominación y muerte.

La articulación entre apicultores y defensores de las semillas de la Península, comienza a ser una realidad. Ellos y ellas, a pesar de vivir en comunidades diferentes, enfrentan la misma lucha, la lucha contra la entrada del sistema agrícola a gran escala que destruye la vida tal y como la conocen; la lucha contra la siembra de transgénicos es la lucha por la defensa del territorio, es la lucha por el derecho a decidir seguir siendo pueblo como de por sí ha sido por cientos y cientos de años. La primera batalla es contra los permisos otorgados por el gobierno a la empresa Monsanto para la siembra de soya transgénica en etapa comercial, pero no acaba ahí, después de tirar los permisos, aún falta la reparación de los daños causados y la organización suficiente para seguir impidiendo que se otorguen nuevos permisos.

A pesar de que ya existen mecanismos echados a andar para la divulgación de la información y la sensibilización de la población, aún falta seguir trabajando para lograr la comprensión de las vastas implicaciones (complicaciones) que traen consigo las semillas transgénicas. Seguir reflexionando y analizando sus diferentes causas y consecuencias, permitirá generar los espacios organizativos y planificar las acciones necesarias para enfrentar esta problemática.
El abordaje de la defensa del territorio a través de la entrada de las semillas transgénicas a la Península, ha permitido analizar y reflexionar, desde diferentes puntos de vista, problemáticas más amplias y entrelazadas como el tema de la venta de tierras, el abandono del campo por parte de los jóvenes, los derechos indígenas, la protección o desamparo de las leyes, los programas de gobierno, el capitalismo como sistema económico y la lucha por los recursos, el tema de la identidad y la cosmovisión del pueblo maya con relación al cuidado de lo que es sagrado en la naturaleza a diferencia de la mercantilización que hacen de la misma las empresas y el propio estado.

En fin, que aún falta lo que falta.