
Hay días.
De verdad hay días como éste,
nebulosos,
apabullantes,
ensordecedores.
Días cíclicos que te atrapan en la profundidad de ti misma. Ahí donde eres y vas siendo desde el inicio de los tiempos.
Y entonces recuerdas todo, todo lo vivido en esta y otras vidas. Y escuchas todo, absolutamente todo. Lo que ocurre en tus adentros; la manera en que se articulan tus pensamientos; la arquitectura en la que se van conformando tus sentimientos; las múltiples voces por las que hablas en vida y en sueños y todas te hablan o susurran o gritan al mismo tiempo. Y también escuchas lo de afuera, con tanta intensidad que cada fonema, cada sonido retumba y duele.
Duele respirar porque el aliento motiva y perpetua el movimiento interior.
Duele existir.
Duelen estos días.