Constructores incansables, luchadores de sueños intactos

Una mujer popoluca que habla quedito pero con palabra clara, de cabello larguísimo y que sueña y lucha, desde hace años, para que su pueblo florezca.

Un hombre nahua, recio, contundente, firme hasta no más, que ha entregado más de 20 años a la lucha por la reconstitución integral de los pueblos originarios; de palabra durísima cuando hace falta, pero de un discurso que buscar siempre hermanar antes que dividir.

Un rarámuri al que no le gusta nada tener que salir de su pueblo y sin embargo lo hace, porque no se rinde, no se vende como otros y sabe que toca luchar, aprender, compartir.

Un purépecha, que habla despacio, que va hilando ideas de la manera en que sólo los abuelos de su pueblo han podido enseñarle. Habla desde su corazón rebelde y sabio y casi nunca hay quien pueda rebatirle.

Un maestro jubilado que tras entregar su vida en las aulas decidió que no era suficiente, que aún faltaba mucho para dejar cabal el mundo en el que han de crecer los niños y niñas que poco a poco se van convirtiendo en jóvenes y luego en adultos que tienen que sufrir este país que se cae a pedazos  y entonces hace falta que, en lugar de vivir tranquilos, se dediquen a continuar la lucha por lograr una vida digna para todos y todas, para los que ya estamos y para los que vienen.

Una mujer nahua, médica tradicional, de mirada afable, de sonrisa amplia, que escucha mucho más de lo que habla. Una mujer dispuesta a hacer todo lo posible por denunciar al sistema capitalista que está poniendo en peligro, no sólo a las comunidades indígenas, sino a toda la humanidad; una mujer que invita a reconstruir y sanar, (no sola, nunca sola porque de por sí es colectivo el ser que somos) todo lo que está mal, todos los saqueos, despojos, asesinatos, desapariciones,  represiones y persecusiones de lxs luchadorxs sociales.

¿Qué hace falta para que el mundo cambie?

Mujeres y hombres dispuestos, verdaderamente dispuestos y entregados en cuerpo y alma a luchar para que esto sea posible.

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